24 abril 2006

TELAM: GRANOVSKY ES EL BRUTO DE ESTA HISTORIA


¿Granovsky es Bruto?

Ante el brutal y arbitrario despido de trabajadores de prensa en la agencia Télam, que derivó en una huelga por tiempo indeterminado que lleva ya 15 días, la Asociación de Prensa de Buenos Aires (APBA) cree necesario hacer algunas puntualizaciones. Es preciso explicar a quienes no lo conocen los orígenes del conflicto. Para que se entienda por qué los laburantes tienen razón.

El ex periodista Martín Granovsky (ex pseudo progresista y ex botoneador de trabajadores en Página 12), asumió como presidente de Télam, agencia de noticias y publicidad del Estado, en agosto de 2005. Lo hizo en medio de una catarata de promesas de transparencia, aunque con el tono soberbio que lo acompaña desde siempre.

El 10 de Abril de 2006, este oscuro personaje con pretensiones de intelectual y realidades de mediocre, corrió el velo para dejar al aire su triste verdad. Ese día dispuso el despido de un trabajador de Télam, cuyo único pecado fue, precisamente, oponerse a los manejos corruptos que pasaron cerca de él.

Es curiosa la parábola que describe el Sr. Granovsky en su trayectoria. De denunciador contra episodios de corrupción durante la época menemista, a represor, de sus ex compañeros de trabajo en el diario Página 12, primero, y a presunto encubridor de corruptos en Télam, después. Un caso paradójico.

El Sr. Granovsky despide al jefe del Departamento de Contabilidad de Télam, bajo la denuncia de supuestos hechos de corrupción, presentando como argumento legajos de publicidad. Cuando todo el mundo sabe que el jefe de Contabilidad no tiene injerencia en los manejos publicitarios. ¿Acaso debió despedir al gerente de publicidad, puesto por él mismo y amigo suyo, y le quiere colgar el muerto a un inocente?

Lo llamativo es que el despedido es un jefe de departamento que le cerró el paso a varias maniobras de curruptela (cobro de “peajes” para pagar más rápido a proveedores, sobreprecios en las compras, etc) perpetradas por unos pocos personajes oscuros y tristemente célebres entre los trabajadores de Télam.

¿O es que el Sr. Granovsky aprendió en pocos meses que en Télam es más redituable (hablando en pesos) hacerse amigo de los corruptos que pelear contra ellos? Porque la “radio pasillo” de la calle Bolivar al 500 dice que la cesantía forma parte de un acuerdo político con la mafia corrupta. ¿Para sacar del medio a los que estorban? ¿Para compartir el negocio? ¿Podrá ser cierto eso?

¿O se trata de una maniobra para fabricar un conflicto donde no lo había y llevar las cosas a un punto sin retorno, que permita justificar un posible despido masivo de compañeros para hacer entrar amigos acomodados en los cargos que van a quedar vacantes? ¿Puede ser tan imbécil un sujeto, detestable, pero que de tonto no parece tener nada?

¿Puede creer que es posible semejante latrocinio sin que trascienda más allá de las puertas de Télam? ¿Sin que se enteren de nada en la Casa de Gobierno y en el Congreso? ¿Sin que la administración K pague ningún costo político?

Es cierto que todo soberbio peca por subestimar a los demás. Debe creer entonces que los trabajadores de Télam son incapaces de difundir el escándalo. Que la APBA y la Fatpren se van a quedar de brazos cruzados. Que muchos sectores del Gobierno (que no lo quieren a Granovsky) no van a aprovechar el conflicto para moverle el piso precisamente a él (¿No será mucho subestimar?).

Debe pensar que nadie sabe que Télam representa hoy una apetecible caja de 100 millones de pesos por año, con perfil bajo y con poco control del Estado. Más de un dirigente cercano al entorno presidencial está esperando que el Sr. Granovsky meta la pata para fragotearlo en la rosada y quedarse con la “cajita”.

Subestima también el funcionamiento de la política. Cree que la Señora lo va a bancar siempre. Y que el marido de la Señora va a mantener la boca cerrada aunque se incendie el edificio de Bolivar 531, sólo para no contradecirla a ella. Cuando la realidad es que lo van a bancar siempre y cuando no cause problemas. Y la huelga en Télam, inventada por él, es un gran problema que tiende a empeorar. Y es producto de su propia torpeza.

Lo lamentable de la situación es la defraudación moral. Alguien que decía que iba a pelear en serio contra la corrupción, termina arreglando entre gallos y medianoches con personajes enquistados en la burocracia estatal, que bien podrían dejar en paz a los laburantes y dedicarse a tareas más nobles, como representar a boxeadores. Por lo menos los boxeadores no roban. Aunque los representantes sí.

Cuando Julio César fue apuñalado por los senadores romanos, reconoció a su más fiel amigo entre los asesinos y le dirigió sus famosas últimas palabras: “¿Tú también Bruto?”.

Ahora que apuñala a traición a la transparencia y a la honestidad, Granovsky ¿será el Bruto de esta historia? Y cuando vea que el día de mañana lo traicionan a él y se cae de su cargo en Télam ¿qué dirá? “¿Tu también Lucho?”.

Para entonces va a ser muy tarde Sr. Granovsky